Buscar en Mundo Jackson

miércoles, 3 de abril de 2013

La Serpiente que Se Muerde la Cola (2).

-¿Cómo se puede ser tan hijo de puta?

El inspector Vegal hizo como no escuchaba la retórica pregunta de la maitre. Cuando uno lleva el suficiente tiempo en la policía, no deja de plantearse esas mismas cuestiones, pero lo hace en silencio.

El cuerpo, con mucho más plomo que sangre, yacía inerte en el suelo del comedor del restaurante. Toda la sangre que faltaba estaba esparcida por el suelo. Con tantos agujeros, la vida apenas tardó en escaparse.

Un abuelo jugando con su nietecito en mitad de una comida familiar, un par de encapuchados que entran y, sin mediar palabra, le acribillan a balazos y se dan a la fuga.

-Porque no dijeron nada, ¿verdad?

La testigo asintíó con la cabeza.

-¡Ni palabra!...¿Por qué lo habrán hecho? ¡Un pobre anciano con su nieto! -volvió a interrogar la maitre que estaba siendo interrogada.

El inspector Vega volvió a ignorarlo. 

El inspector Vega conocía a aquel abuelo. Sus caminos se habian cruzado hacía un par de décadas. Vega era un joven agente que empezaba su carrera. El abuelo, por aquel entonces conocido el mundillo de los que juegan muy en serio a polis y ladrones como "La Serpiente". El apodo le encantaba, de hecho, hasta tenía un tatuaje alusivo en el brazo derecho (que era el de pegar). Él era una toda uns institución dentro de la policía y, como tal hacía frecuente ejercicio de su autoridad, casi omnipotente, y, desde luego, impune. "La Serpiente" hace y deshace a su antojo, y a callar todo el mundo.

¿Quién podía haber acribillado a balazos a "La Serpiente"? El inspector Vega sonrió socarrón: la gran mayoría de las personas que hubieran pasado por comisaria en las cuatro décadas anteriores era sospechosas.

En fin, empezarían por todos aquellos a los que "La Serpiente" les había arruinado la existencia. Luego pasarían a aquellos a los que solamente les había hecho pasar el peor rato de su vida.

No hay comentarios: