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viernes, 19 de abril de 2013

Historia de un Colegio Imaginario que Jamás Existió: 341 Kilómetros (2).

Moncho Carrapeita aguantó el tipo maravillosamente durante 102 kilómetros. No dijo una sola palabra. se limitó a quedarse cruzado de brazos mirando la infinito.

"Mejor así, ¡ojalá no abra la boca en todo el viaje!", pensó "El Trestuestes".

-¡Quiero mear!

Previsible, el nene empieza a tocar las narices.

-¿Todavía te queda ginebra de anoche? Pues no pienso parar hasta dentro de 50 kilómetros.

-¡Pues me lo hago en el coche y te jodo la tapicería!

-¡Te recuerdo que no tienes calzoncillos limpios, capullo!

-¡Pues me la saco!

Por fortuna, a José Luis Trestuestes le quedaba un álito de sentido común y se dio cuenta de que se estaba rebajando al nivel de un adolescente: lo último que debe hacer un profesor, y lo primero que hace en demasiadas ocasiones.

-¡Vale, vale, ya paro!

Moncho Carrapeita sonrió satisfecho. Había ganado el primer asalto.

El sitio no tenía mala pinta. Había muchos camiones fuera, y eso es siempre buena señal.

-De paso, vamos a comer algo. ¿Tienes dinero?

Carrapeita asintió.

-Tengo un montón, estoy tan bueno que las tías me pagan las copas.

-¡Pues hala, pide!

-¡Ponme un cubata de ron!

-¡Cómo no, caballero!

El camarero, bigotudo y curtido en mil batallas de restauración de carretera, sacó un refresco y se lo sirvió al muchacho.

-¡Oye!, ¿y el ron?

El camarero ignoró a Carrapeita y se dirigió a Trestuestes.

-Bueno, el niño ya está servido. Ahora, ¿qué tomará el señor?

"El Trestuestes" sonrió. Empate a uno.

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