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sábado, 20 de abril de 2013

Historias de un Colegio Imaginario que Jamás Existió: 341 Kilómetros (3).

Moncho Carrapeita aguantó otros 20 kilómetros después de la parada.

-¿Por qué coño no soportáis los profes que los alumnos disfrutemos de la vida?

Entonces, sacó la artillería pesada.

-Cállate, anda.

-¡Lo que darías tú por una noche como la que yo me pasé! Bailando, riendo, con las tías, siendo feliz, viviendo...

-¡Que te calles!

-¡Cómo jode la verdad, ¿eh?! Eso os pasa a los profesores, que sois una panda de amargados. ¡Y de hipócritas! ¡Seguro que tú eras más borracho que yo de chaval!

El chico estaba atacando duro. Era el momento de contraatacar, de intentar ser más listo que él y ganarle en su propio terreno.

-Lo que yo hiciera o dejara de hacer de chaval no es asunto tuyo. Lo que tienes que comprender es que hay unas normas, unas reglas del juego y el que no las cumple está fuera de la partida. Por eso estás de vuelta. Punto Lo que hagas con tu vida y con tu hígado no es asunto mío.

-¡Típico, presumís de que queréis ser cercanos al alumno, ayudarle, y ahora no te importo un bledo! ¡Sois todos más falsos!

-¡A ti te importa una mierda importarme un bledo! De hecho, creo que a ti no te importa nadie, aparte de ti mismo. ¡Y ahora cállate de un vez!

Moncho Carrapeita sonrió. Iba ganando. José Luis Trestuestes lo sabía de sobra y no quería perder.

Si el chaval quería jugar duro de verdad, eso iban a hacer.

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