Dicen que el niño más caprichoso del mundo deseaba tan fervientemente completar una colección de cromos que regalaban con los yogures, que estuvo a punto de matar a sus padres de una sobredosis de calcio. Al día siguiente de lograr la gesta láctea, el nene se cansó del álbum y se lo regaló a su amiguito Jaime.
Así son los "encaprichadizos" (vocablo que no existe, pero debería por bonito. La autoría, pa' mí), gente que lucha a muerte por algo para darse el gustazo de aburrirse de ello.
Yo, como buen hijo único, lo fui en grado de brigada durante mi infancia. Afortunadamente, gracias a los esfuerzos y la inmunidad a las berrinches de los que me rodeaban, me degradaron a "caprichoso raso", e incluso sospecho que me estoy jugando un consejo de perra (con pataleta incluida).
Así que les dejo, que voy a ver si compro algo en el eBay.
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