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domingo, 14 de abril de 2013

El Cumpleaños de Ithar (7).

El día que Ithar cumplió 26 años, tenía tantas preguntas sobre el futuro que no hizo ninguna. Su madre se limitó a felicitarle con un beso en la mejilla.

Cierto que el país era pobre, pero el fantasma de la guerra, aunque parecía que nunca podría alejarse, llevaba tiempo sin estar demasiado cerca.

Ithar tenía una medio novia -Yusra- a la que el miedo a la guerra, a perderlo todo, a hacerla daño, le impedía pedirle que se convirtiera en su medio esposa. Pero él ya tenía un cuarto de siglo y pico. Quizás era el momento de que, por una vez y sin que sirviera de precedente, Ithar apostara por un futuro en paz. Cierto que no era rico, pero, ¿quién podía serlo en aquel país (aparte de Saddam y los suyos)? Tenía un trabajo de dependiente en la tienda (como su chica, de hecho allí se habían conocido) y en casa con su madre no había mucho sitio, pero sí el suficiente para una más.

En noviembre del año 2000, Ithar se declaró a luz de la luna del desierto, algo que a los ojos de la gente de las grandes ciudades suena muy sofisticado y romántico, pero que en el pueblo de Ithar era de lo más normal.

Yusra se encogió de hombros con una sonrisa -¡cómo si no lo llevara meses esperando!- y le dio un beso a Ithar. Un mes después, se casaban.

En enero de 2001, Yusra le devolvió la jugada a su marido y, a la luz de la luna del desierto, le anunciaba a Ithar que iba a ser padre. De nuevo, uno de esos pequeños grandes lujos sólo al alcance de los pobres.

Ithar puso cara de sorpresa -¡cómo si aquello le pudiera pillar de improviso!- y le dio un beso a Yusra.

Ella selló el beso con un abrazo y le susurró:

"Será para el 11 de Septiembre".

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