El Cumpleaños de Ithar (5).

Era su 16 cumpleaños. Ithar era ya casi un hombre, y lo sabía. En esa ocasión ya no preguntó. Afirmó.

-Esta vez me van a llamar, esta vez no hay escapatoria.

-¿Ya estás otra vez con esa tontería?

-No es ninguna tontería. Ya tengo edad para luchar y el país me va a exigir que lo haga. ¡Y contra los americanos, los ingleses, los franceses...! ¿Cómo vamos a poder con ellos si no pudimos con los iraníes?

-¡Pero a ti no te van a llamar! Además, lo más probable es que ni tan siquiera haya guerra.

-¡Si que la va a haber, y nos van a invadir, y un maldito americano va a llegar hasta la misma puerta de esta casa, y te va a violar y luego te va a dar un tiro, mientras que seguramente yo esté muerto en alguna esquina de mala muerte del desierto!

-¿Quieres dejar de decir tonterías? ¡Te digo que lo más seguro es que no pase nada!

-Mamá. tú y yo sabemos que Saddam no se va a echar para atrás y no va hacer lo que le piden los americanos. ¡A ese maldito chulo imbécil parece que le encanta ver morir a su pueblo mientras él está seguro en su refugio!

La bofetada resonó en toda la sala. Su madre le había pegado bien pocas veces a Ithar, y jamás tan fuerte. Ithar se quedó sentado en el suelo, bloqueado, no tanto por lo que le había dolido en la cara, sino en el alma.

-¡Ni se te ocurra volver a hablar así de Saddam! ¡Él fue muy bueno con tu padre y lo está siendo con nosotros! Además, las paredes oyen. ¿Qué quieres, meternos en un lío muy gordo, peor que cualquier guerra?

Ithar se levantó en silencio y con la cabeza gacha se metió en su habitación a llorar. Tenía tantas razones, que no sabía por cuál empezar. Si ya ni siquiera le importaba a su madre, si ya ni ella le quería, quizás eso de que le volaran la cabeza los americanos no era tan mala idea.