Buscar en Mundo Jackson

jueves, 11 de abril de 2013

El Cumpleaños de Ithar (4).

-¿De verdad?

-¡Que sí, Ithar, que no paran de repetirlo por la tele y por la radio!

Era el 20 de agosto de 1988. La guerra había terminado. A Ithar le entró tal emoción que hasta se olvido de preguntar si había ganado ellos.

En realidad, no le hacía falta formular esa pregunta, porque lo que tenía perfectamente claro era que él había resultado vencedor. Un mes después, el día que cumplió catorce años, por primera vez que él recordara no hizo la pregunta. Por primera vez en mucho tiempo disfrutó de su cumpleaños (su único pesar era que su abuelo no estuviera allí para festejarlo con él).

Ithar había recuperado su futuro, que es como recobrar la propia vida. Empezó a hacer planes, a plantearse qué quería hacer con su vida, ahora que no iba a tener la obligación de morir por su país.

Así que la Paz era eso. ¡Pues qué maravillosa era!

Hasta se permitó el lujo de ir a un desfile militar que organizaron en una gran ciudad cercana a su pueblo. Él, que tanto asco le había cogido a todo lo caqui. Aplaudió a los soldados, vitoreó a los tanques y recibió con una amplia sonrisa mirando al cielo el paso de un puñado de aeronaves militares.

Ithat cumplíó 15 años saltando de un brinco de la cama. Ya casi era un hombre, pero, ¿a quién le importaba? Ya no era carne de cañón. Era un adolescente luchándo por sus sueños.

Pero casi un año después, una mañana de Agosto se encontró a su madre desayunando con cara de mucha preocupacíón. No le gustaba esa cara, la conocía, era la cara de los tiempos de la guerra, ¡aquella maldita cara!

-¿Qué pasa, mamá? ¿Los iraníes otra vez? ¡Dime que no, dime que no, dime que no!

-No, cariño, no es Irán. Es Kuwait...

-¿Qué pasa con Kuwait?

-Lo hemos invadido.

-¿Cómo?

Ithar hizo un rápido repaso mental de sus conocimientos de geografía. ¡Por fin le iba a valer para algo ir al colegio! Kuwait...¡ese era un país pequeño, seguro que no podrían oponer mucha resistencia! No obstante, Ithar volvió a plantear la pregunta maldita, la que ya creía por siempre desterrada de su angustia y sus perpetuas noches de insomnio.

-Yo no tendré que ir a esa guerra, ¿verdad?

No hay comentarios: