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martes, 9 de abril de 2013

El Cumpleaños de Ithar (2).

Por una vez, contra toda lógica y todo pronóstico, el abuelo se había equivocado: aquella guerra no se había terminado pronto. De hecho, de ni tan siquiera se había terminado. Seguía, seguía, seguía...Año tras año, cumpleaños tras cumpleaños....Ithar no lo comprendía, ¿cuánto tiempo pueden estar dos países matándose hasta que uno por fin se canse de ver a su gente morir?

Diez años ya, ¡cómo pasa el tiempo! Y la misma pregunta de todos los años:

-Sigo siendo demasiado pequeño para ir a la guerra, ¿verdad?

Y el abuelo que, con una sonrisa. tranquilizaba a su nieto.

-¡Pues claro, hombre, te he dicho mil veces que los niños no van a la guerra!

Sin embargo, a Ithar le parecía que su abuelo lo decía menos convencido a cada año que pasaba, aunque quizás eran solo figuraciones suyas. Lo que era indudable era que, poco a poco, iba alejándose de la niñez y acercándose a la edad de ir a la guerra. Pero, ¿cuál era esa edad? ¿Cuándo se dejaba de ser demasiado pequeño para matar y morir?

¡¿Y por qué no se terminaba esa maldita guerra contra los iraníes de una vez?!

La idea le obsesionaba cada vez más. Todo los días, al levantarse, encendía la radio con la esperanza de que la guerra se hubiera terminado. Pero no. Estaba convencido: aquello iba a durar para siempre.

Estaba cada vez más claro, tenía que prepararse para el combate. Por si acaso. Ithar, hasta entonces un niño tranquilo, decidió que iba a meterse en todas la peleas de patio que pudiera, pues no se le ocurría otra manera mejor de entrenarse para cuando tuviera que matar iraníes. Sin embargo, la idea fue un fracaso desde el principio: participó en la primera pelea que hubo y se llevó un buen par de puñetazos sin recetar él ninguno.

No había nada que hacer, la guerra no era lo suyo. Sólo podía aguardar su fatal destino.

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