Eso sí que estaba siendo preparación a marchas forzadas. Tan sólo esperaba que el chaval se machacara con los libros la mitad que él se estaba exigiendo físicamente. Aunque fuera a jugar poco (o nada), esos minutos (o segundos) no los pensaba pasar arrastrándose por la cancha. Se negaba a perder una dignidad como deportista profesional de la que ni su capacidad de perder finales le había podido despojar.
Por suerte, la prensa y los aficionados -dada la razón de su retorno- no sólo le respetaban, sino que hasta le aplaudían (Lee Bells incluido).
No obstante, la primera eliminatoria de la fase final no había salido ni un segundo, por mucho que "SuperStyle" se pusiera pesado con el entrenador. "No estoy todavía, chaval, y punto". Por fortuna, el chico comprendió.
Entonces, en el segundo partido de la segunda eliminatoria, con 20 de ventaja y a dos minutos del final, Mike Hooks se le acercó.
-¿Qué me cuentas hoy, tío?
"Style" levantó la mirada del parqué, soltó un suspiro de resignación y comenzó a quitarse el pantalón del chándal.
-Si no hay más remedio...
El pabellón de vino abajo, pero nadie aplaudía con tantas ganas como "SuperStyle".
Y el veterano novato no lo hizo mal: metió una canasta triple, dio un par de asistencias y robó un balón.
En los vestuarios, a los que entró con un entusiasmadísimo "SuperStyle" colgado como un mono, tocó atender a la prensa, como en los viejos tiempos.
"Chicos, ya sabéis por qué hago esto. No obstante, siempre es divertido volver a jugar al baloncesto un ratito".
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