La Redención de "Tazo" Sanz-Olavide (1).

"Tazo", se quedó con el apodo porque, de muy pequeñito, era lo que le salía al intentar decir "fustazo". Le encantaban la palabra y el concepto, cada vez que veía a un jockey, imitaba el gesto de arrearle al caballo y sonreía.

En efecto, José Javier Sanz-Olavide Brutz -nombre reservado para contadas ocasiones- se había criado en el hipódromo. Nobleza obliga: el abuelo había sido el propietario de "Terco" y "Biarritz" (entre otros), mientras que su padre había cosechado sus mayores éxitos con "Castellano Viejo". Ahora, la cuadra familiar "Sanzo" era gestionada por "Tazo" y los éxitos seguían llegando.

"Sanzo" era, por supuesto, un pasatiempo. "Tazo" había sido de los que empiezan la carrera de la vida diez cuerpos por delante de la mayoría, y él había sido lo suficientemente listo como para no perder la ventaja. Había estudiado lo que hacía falta para integrarse competentemente en la dirección de los negocios familiares, y en tales menesteres se empeñaba de lunes a viernes.

El fin de semana, en cambio, lo dedicaba a la diversión: caballos -por supuesto-, pero también salidas, juerga y chavalas.

Y era todo un experto. Él, en comentario muy machista y muy aplaudido por sus amigotes engominados, solía afirmar que no sabía si había tenido más novias o más caballos.

Agarrado a la última, con su eterna sonrisa esculpida a golpe de odontología fina, "Tazo" atravesó el paddock, saludando a todo el mundo. La señorita también saludaba, aunque a la mayoría no los conocía. A ninguno de los dos les gustaba pasar desapercibidos.

-La niña es muy mona.

Sonia Soria, periodista todoterreno empujada al mundo del turf desde hacía tres años por "exigencias de organización interna de la cadena" se giró. Alli estaba Mela, su operadora de cámara y autora del comentario.

-Sí, monísima. Como todas las novias del "nene": muy alta, muy rubia de peluquería y muy vestida a la última. La verdad es que no sé cómo las distingue.

-Pues dentro de poco se va a tener que decidir por una. Ya tiene bien cumpliditos los treinta y hay que dar un heredero en condiciones a la cuadra.

-¿Tú desde cuándo eres tan cotilla, hija?