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lunes, 23 de julio de 2012

El Cinquillo (4).

Contra todo pronóstico, y seguramente gracias a una oportuna orden de alejamiento judicial por la vía express, el profesor Candegosa no volvió a saber de Lerdecaño hasta septiembre.

Picado por la curiosidad, investigó el expediente del Lerdecaño junior y se puso en contacto por vía telefónica con el centro donde había hecho los estudios secundarios.

-¿Que se metió al mar y casi se ahoga? ¡Eso no es nada, a mí se me declaró en huelga de hambre!

-¿Huelga de hambre?

-Sí, por la Matemáticas de Primero de Bachiller.

-¿Y que hizo usted?

-¡Joder, lo único que podía, aprobarle al nene!

-¡Mal hecho, que por su culpa mire en qué situación me veo yo!

-Ya, si yo, al principio, inflexible, pero es que ya llevaba cuatro días e iba a llamar a la prensa. ¡Imáginese el encándalo para un colegio tan serio como el nuestro!

-Si yo me pongo en su lugar, pero a ver qué hago yo ahora.

-Hombre, de momento, rezar para que el nene haga un buen examen. ¿Cuándo lo tiene?

-Dentro de tres días.

-Pues nada, lo dicho, ¡que Dios reparta suerte!

-Oiga, ¿y usted cree que habría llegado hasta el final con lo de la huelga!

-Me temo que sí, había un precedente muy inquietante.

-¿De huelga de hambre?

-No, pero apareció a la salida de clase con un tablón y se arreó una docena de golpetazos a espalda desnuda.

-¿Y eso fue?

-Lengua de Sexto de Primaria.

-¡Madre mía de mi vida!

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