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viernes, 20 de julio de 2012

El Cinquillo (1).

Aquella imagen debía de ser, sin duda, una momentánea alucinación producto del exceso de sol, el repentino cambio de presión o el cansancio en general. O, quizás, simplemente es que el tío aquel lo había dejado traumatizado hasta el punto de ver visiones.

-¡Profesor Candegosa, buenos días por la mañana, esa mano! ¡Ah, practica usted el submarinismo, por lo que veo, permítame que le ayude con eso!

Si alucinación, ni visión, ni leches. Ahí estaba el señor Lerdecaño, en carne y hueso pesado, luciendo un bañador mil veces pasado de moda y cogiéndole el equipo de buceo.

Unos segundos despúes, cuando se hubo repuesto del shock, Adolfo Candegosa -Profesor Titular de la asignatura "Principio Teóricos de Desarrollo Económico Comparado"- acertó a preguntar:

-¿Qué hace usted aquí? ¿Cómo me ha encontrado?

-Bueno, con un poco de buena voluntad, todo se logra, usted ya me entiende...Je, je, je...Es que mire, después de nuestra última entrevista hace una semana, me quedé intranquilo, con mal sabor de boca, con la sensación de que el tema no se había cerrado como es debido...

-El tema, como usted lo llama, está perfectamente cerrado y firmado. Ya revisé con usted el examen de su hijo, y ya le explique que no es -ni de lejos- suficiente para aprobar la asignatura.

-Ya, ya, pero es que hay una serie de detalles que me temo que usted ignora y que, estimo, podrían hacer que usted reconsiderara su decisición.

-¡Mire, señor mío, en mis 42 años de vida me he tenido por una persona educada, y no querría perder la costumbre, así que, si me disculpa, devuélvame mis cosas y muy buenos días tenga usted!

-¡Perdón, perdón, profesor Candegosa, sólo le ruego que me conceda un minuto de sus muy bien ganadas vacaciones! Usted entonces recuerda bien la entrevista mantuvimos, ¿verdad?

Como para olvidarla.

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