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martes, 10 de julio de 2012

El Anochecer Sobre la Sierra (9).

"¡Tú no eres más que un pasajero, Pisuerga! Podría llevar a este bicho perfectamente yo sólo sin tu ayuda".

Percañón solía decirle eso a su radarista de cabecera para tomarle el pelo, y era cierto. El ocupante del asiento trasero era vital para combatir, no para volar. Así que, teóricametne, una sola persona podía hacerse con el Phantom, aunque nadie había perdido su tiempo y el dinero de los contribuyentes haciendo la prueba.

Hasta aquella tarde de Agosto.

Percañón realizaba las comprobaciones previas al despegue intentando abstraerse de todos los sentimientos que le recorrían la cabeza: la incredulidad por lo que estaba haciendo, la rabia de tener a ese tipo metido en la cabina trasera de uno de sus amados Phantoms y un cierta miedo a que le pillaran, lo cual significaría sin duda el final de su carrera militar.

Pisuerga lo había organizado todo: él había colado al "Chato" escondido en su coche y le había proporcionado un equipo de vuelo más o menos de su talla. Luego, con el casco puesto, el visor bajado y sin mediar palabras, se había dirigido al Phantom en compañía de Percañón. Al cabo mecánico de pista le había parecido que aquel tipo andaba un poco raro y había subido la escalerilla con cierta dificultad, pero el responsable del vuelo era el capitán Percañón, así que él, ver, oir y callar.

 -¡Usted estese callado y no toque nada!

Al anciano aviador ya le había quedado perfectamente claro que no le caía nada bien al joven piloto. El hecho de que jamás le contactara después de su encuentro camino de París o que nunca se hubiera acercado a saludarle en sus visitas a Torrejón se lo habían dejado perfectamente claro.

-De acuerdo.

¿Por qué lo hacía? Pisuerga la había dado la respuesta: "porque tu numerito de 'Romeo con Alas' puso en peligro a la tripulación y el pasaje de un avión comercial al que te acercaste más de lo legalmente permitido, mientras que aquí lo único que te pido es que des un paseo a un pobre viejo".

-Tenis 07 para torre Torrejón. Permiso para despegar.

-Torre para Tenis 07. OK.

Percañon metió máxima potencia y los motores del Phantom rugieron como una bestia prehistórica a la que le hubiesen clavado unas espuelas.

Si el "rojo" quería volar, iba a volar, de eso se encargaba él.

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