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miércoles, 11 de julio de 2012

El Anochecer Sobre la Sierra (10).

Pero entonces, afortunadamente, el sentido común triunfó y el capitán Percañón decidió que lo mejor era un vuelo lo más tranquilo y rápido posible. Lo último que quería que aquel viejo le diera un jamacuco a 30.000 pies en un avión en el no podía estar bajo ningún concepto. Que diera su paseito y ya estaba el favor devuelto a Pisuerga.

Despegó suavemente y, también con suavidad, llevó al avión a su altura y velocidad de crucero.

El pasajero permanecía en silencio. Mejor.

Percañón se relajó un poco. Su montura parecía haber intuido que aquella salida era tranquila y el motor empezó a emitir un ruido próximo al ronroneo de un gato. Ahora sólo era cuestión de dejar pasar unos minutos y volverse a la base. Aburrido, Percañón se dedicó a mirar a través del cristal de la cabina. El sol se estaba empezando a poner.

-¡Qué bonito!, ¿verdad?

Como si estuvieran conectados por un sistema telepático, el "Chato" había leído sus pensamientos. Percañón se limitó a emitir un gruñido de esos que se dan a los niños para darles la razón y que nos dejen en paz.

-Hum, hum.

-¡La de veces que vi la caída del sol cuando estábamos de patrulla! Yo siempre iba cagado, y el anochecer me daba alegría, porque significaba que ya no había luz y podíamos volver a la base.

-Ya.

-¡Joder, qué miedo se pasa! Me hace gracia en las películas, que los artistas nunca tienen miedo...y encima suena música de fondo. ¡Pues cuando veías a los Chirris la única música era tu corazón latiendo que se te salía por la boca -pastosa y seca, con el regusto de ese sabor tan especial que tiene el pánico-!

-Pero me han dicho que usted derribó a un par de aparatos nacionales.

-Sí, eso creo. Pero vamos, que aquello era tanto lío que nunca se sabía quién habia dado a quién.

-Entiendo.

-¡Ojalá nunca tenga usted que entrar en combate, capitán! ¡Miedo hasta vomitar, eso era lo que se sentía! Pero te lo comías y...¡pa'lante, a por ellos, aunque te temblara todo!

-No parece muy probable que España tenga que recurrir a nosotros.

-¡Pues eso es una suerte muy gorda!

-Sin duda.

-Capitán, sé que usted se la está hoy jugando por mí, y quiero darle las gracias. Este vuelo me da la vida, algo muy preciado para un viejo como yo, que no sabe si le queda mucha o poca. Yo se lo dije un día al capitán Pisuerga de broma que me haría mucho ilusión montar en un bicho de estos, ¡y él me lo tomó en serio! ¡Gracias de nuevo a ustedes dos!

-De nada....Bueno, y ahora, si no le importa, nos volvemos.



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