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lunes, 18 de junio de 2012

Gracia del Río (Un Pueblo con Poca de Ambas): La Noche de Bodas del Doctor Pérez-Piñón.

El doctor Pérez-Pión se casó, como la mayoría de la gente, razonablemente enamorado, razonablemente nervioso y con un traje alquilado que le estaba un puntín pequeño.

Tampoco fue muy original en lo del banquete de bodas: salones cuajados de espejos y dorados, con maitre redicho, calvo y con gafas; langostinos y cordero; y puros a la tarta.

El problema vino con Amparito, esa prima cursi, risueña y confidente que todas las chicas tienen. En este caso, Amparito era prima de la flamante señora de Pérez-Piñón.

Amparito se había casado un año antes, y ya estaba esperando la llegada de su primer retoño con cierta inminencia.

Pero entonces, Miguelacho, que era ese tío segundo graciosísimo que hay en todas las familias, contó el chiste del niño que va a los toros. Lo contaba siempre, como una tradición más de cualquier evento familiar (de hecho, lo contaba hasta en los velatorios). No importaba, la gracia siempre estaba presente, como por arte de magia.

En fin, el caso es que la casualidad dictó que Amparito y Miguelacho compartieran mesa y mantel en el momento de la ejecución chiste -ya se sabe que, en las bodas, después del postre todo es mariposeo de mesa en mesa y mezcla del personal-.

Y del ataque de risa agudo, Amparito se puso de parto.

Lo más lógico habría sido salir pitando al hospital más cercano, pero la flamante señora de Pérez-Piñón afirmó rotunda: "¡No es preciso ir en busca de un médico, que aquí está el mejor del mundo!" (Ya se sabe que la primas, por mucho que se quieran, también gusta de presumir delante de la otra).

En resumen, que Toñín (el de la Amparito) vino al mundo auxiliado por el doctor Pérez-Piñón, con el maitre como subalterno de excepción ejerciendo las labores de comadrona (¡los señores calvos y con gafas nunca dejan de sorprender!)

Rematada la faena, el doctor Pérez-Piñon -iluso- se figuró que, por fin, había llegado el momento de buscar un lugar privado y oscuro con su mujer.

Pero, obvimante, no. "¡Yo no dejo sola a Amparito esta noche!", sentenció la flamante señora de Pérez-Piñón.

En resumen, que el doctor Pérez-Piñon debió de ser el primer novio que pasó su noche de bodas directamente en una maternidad, en vez trabajando con todas sus fuerzas para darle a ésta un nuevo cliente.

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