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sábado, 30 de junio de 2012

El Héroe Involuntario.

Tres años atrás, Fevzi Kasimov no tenía ni la más mínima idea de cómo era el himno nacional que en ese momento estaba escuchando con gesto impertérrito. La seriedad era comprensible, era el de su país.

País de adopción, por supuesto, porque Fevzi era natural de Uzbekistán, pero cuando uno es muy bueno jugando al fútbol, los trámite burocráticos se agilizan de un modo espectacular.

Fevzi había llegado con sus padres a una nueva ciudad, de mediano tamaño, de equipo del medio de la tabla, gracias a que un ojeador lo había visto jugar un campeonato en Rusia. Jugar y destacar muchísimo, así que el ojeador les consiguió a los Kasimov un pequeño piso, un trabajo para el padre y una beca deportiva para el hijo.

El adolescente prodigioso tardó sólo un par de años en llegar al primer equipo, y otro más en dejarlos terceros de la tabla.

En ese momento, todo el país se dio cuenta de que Fevzi Kasimov era demasiado bueno para desperdiciar su talento con la selección de Uzbekistán.

Al principio, Fevzi fue reticente a eso de la "nacionalización", pero cuando le explicaron que no perdería la otra, se quedó más tranquilo.

Ahora, juega con los colores de un país que apenas conoce. Habla el idioma, pero con un fortísimo acento; sabe dónde están las ciudades sólo si tienen equipo de fútbol y, en resumen, escucha el himno y se queda un tanto frío.

Por supuesto que se encuentra muy agradecido a su país de adopción, aunque siente más gratitud hacia la ciudad, porque la vive más de cerca. Pero tener gratitud no es sentir amor.

Por eso, cuando lee en la prensa que está defendiendo el honor de una nación y cosas por el estilo, él se limita a sonreír y callar, mientras por dentro piensa que él es un deportista que practica un juego, no un soldado que libre ninguna guerra. Le gusta sentirse un profesional que desempeña un trabajo que le gusta, no un mercenario al servicio de extranjeros.

Muchas personas le muestran su gratitud a Fevzi, diciéndole que sus triunfos deportivos les ayudan a olvidar todos los problemas que tienen en sus vidas diarias.

Fevzi Kasimov, de pequeño, soñaba con ser médico anestesista y, en cierto modo, le parece que ha logrado cumplir ese sueño.

 Y a escala nacional.

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