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martes, 13 de marzo de 2012

La Timidez del Literato.

-Entonces, ¿cree usted que la novela está bien?

-Su novela es una obra maestra, Miguel. La hemos leídos todos los miembros del equipo de selección, y todos coincidimos: resulta increible que haya escrito usted esto con sólo 22 años. -respondió el editor con una sonrisa de satisfacción dorada al tiempo que acariciaba el taco de folios mecanografiados.

-Así que...¿la van a publicar?

-¡Vaya que si lo vamos a hacer! Aquí está el contrato para lo que firme usted, Miguel.

El sentido común dicta que uno siempre debe leer lo que firma, pero aquel era uno de esos momentos en la vida en que el sentimiento subyuga al sentido, por muy común que sea.

-¿Tiene un boli? Es que no se qué he hecho con el que traía.

El editor sonrió paternalista y satisfecho, al tiempo que le entregaba su pluma de firma al joven escritor.

-¡Y esto sólo es el principio, Miguel! Con el talento que demuestra, le está reservado un lugar de privilegio en la Historia de la Literatura Universal: la gente devorará sus obras, le admirarán, querrán saber todo de su vida, comprarán su biografía, hasta el más mínimo detalle de su existencia será de suma relevancia para ellos.

-¿Usted cree? -dijo Miguel abortando la inminente rúbrica del documento.

-¡Y tanto! Estará usted hasta en los libros de texto. Esa misma pluma que tiene entre sus manos sin duda acabará en las vitrinas de algún museo.

-¿Dice usted que van a empezar a investigar mi vida?, ¿que se van a dedicar a husmear en mis asuntos particulares?, ¿que a pobres adolescentes les van a obligar perder una tarde de su existencia memorizando la lista de mis obras?

-Hombre, pues...

-Mire, creo que igual no es tan buena idea esto de publicar mis cositas -dijo Miguel, al tiempo que arrebataba el original de su novela de las manos del editor.

-¡Pero, chaval, tú estás loco!

-¡No, todo lo contrario, estoy muy cuerdo!

-¿Vas a privar a la humanidad de tu talento? ¿Vas a ser tan egoista?

Y el joven escritor tan sólo alcanzó a balbucear un "perdón" antes de salir corriendo de aquel despacho.

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