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miércoles, 7 de marzo de 2012

La Mesita de Billar.

-Jo, papa, la vendo por menos de la mitad de lo que me costó, ¡y está nueva!

El padre le dio una palmadita de consuelo a su hijo en la nuca, mientras ambos contemplaban cómo -no sin dificultades- aquellos dos tipos sacaban la mesa de billar por la puerta del pequeño piso.

-No te hagas mala sangre, hijo. Aquí no hacía más que estorbar, y el dinero viene muy bien.

-Ya...

Ya, pero al chaval le dolía mucho deshacerse de ella. En el fondo, hasta el último momento había conservado la ilusión de que los buenos tiempos volverían pronto, de que podría de nuevo marcharse de casa de su padres y tener su propio hogar otra vez: con su amplio salón con mesa de billar. Sí, con aquella mesa también se iba el último reducto de su imperio de papel encofrado.

-¿Sabes cuál ha sido el problema, papa? Que había mucho dinero, pero acabó todo el manos de golfos o de tipos como yo, que firmamos un montón de papeles sin saber de Lengua Castellana, que hicimos un montón de números sin saber Matemáticas, que nos creíamos que el futuro es siempre como el presente porque no sabíamos Historia...¡Mandamos a tomar por culo los estudios, y, al final, a los que se la están metiendo es a nosotros!

-¡Que te he dicho que no te hagas mala sangre, coño! ¡Esto es lo que hay, y con lo que hay, hay que vivir! ¿De verdad crees que esa maldita mesa de billar te hacía feliz? ¡Si nunca jugabas, joé!, ¡si sólo la tenías para presumir delante de los amigotes! Como tantas cosas que te compraste y que no llegaste a usar...¿De verdad crees que eso es la Felicidad?

-¡Mejor que estar como ahora, hundido en la mierda!

-¡Mira, hijo, tiempos mejores llegarán, no sé cuándo, pero lo harán, siempre terminan por hacerlo...! Y entonces, si quieres, si aprendes de todo esto de ahora, serás muy, muy feliz, ¿sabes por qué?...Porque habrás aprendido cómo ser Feliz sin necesidad de la cochina mesita de billar.

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