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martes, 6 de marzo de 2012

El Reglamento Oficial de los Patios de Colegio.

Marlowe escribió :"¿Quién amó que no amara a primera vista?". Y yo digo: "¿Quién jugó al fútbol que no jugara en un patio de colegio?" (¡Toma "parafraseo"!)

Ya sólo por eso merecía la pena ir a clase, por poder jugar en los recreos en un campo con porterías a rayas blancas y rojas (y no con los jerseys del descampado, tan a menudo fuente de polémica sobre si el balón había entrado o no).

Daba igual que se jugaran tres partidos a la vez (en más, eso era parte del encanto), los partidos de "patio de colegio" -ahora tan denostados por los comentaristas de máster- fueron cincelando -recreo a recreo- el fútbol en el corazón y las piernas de millones chavales.

Eran, además, partidos en los que imperaba una ley propia, un reglamento particular que nadie sabía de dónde había salido, pero que, por tradición oral, se implantó en todos los patios de España. Algunas de sus inolvidables normas son:

Selección de equipo: Dos capitanes que echaban "a pares y nones" (también llamado "a dedos") quién elige primero. Así, poco a poco, el lote de candidatos se iba dividiendo en dos, hasta que sólo quedaban la clásica pareja de niños con gafas de un curso inferior. Inevitablemente, iban a acabar los dos jugando de portero.

Designación del equipo que saca: a dedos (de nuevo al grito de: "uno, dos y tres").

Ante de iniciarse el encuentro, era preceptivo determinar si se podía o no "tirar a trallón". En caso de decidirse que no, cualquier gol en que el balón rebotara violentamente contra la pared que siempre hay detrás de las porterías quedaba automáticamente anulado.

También había que decidir de antemano si se toleraba la existencia "chupagoles", o sea, que hubiera un tío que, a cambio de no bajar de defender jamás, se asegurara siempre estar solo ante el portero enemigo.

Otra norma básica del partido de patio: "De portería a portería, guarrería", es decir, que si el portero sacaba de puerta y era gol, no resultaba válido. Si el balón botaba antes de meterse, siempre se producia una encendida discusión. La verdad es que este punto jamás quedo claro.


Siguiendo con el portero, se le podía agobiar cuando tenía el balón en las manos, pero si el arquero daba tres botes, había que dejarle en paz.

Cuando se producía un penalty (o cualquier otra falta) -y se conseguía convencer al contrario de que había sido- lo tiraba al que se lo han hecho. En caso de duda o discusión, "a dedos" otra vez. En caso de falta, la distancia de la barrera se medía con tres pasos. Aquí venía la inevitable discusión sobre lo que era un "paso".

Y, por último, la norma fundamental (y más dolorosa de todo esto): cuando venían los mayores, el dueño del balón se mosqueaba o tocaba la campana, se acabó el partido.

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