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sábado, 3 de marzo de 2012

La Bondad de Don Calisto.

-¿Cómo vais, Ventura?

-Aquí, trabajando su mina, Don Calisto.

-¡Y muy bien que lo hacéis, por cierto!

-¡Gracias, Don Calisto!

-Sí, la pena es que presiento que no me queda mucho, y mis hijos ya tienen su vida en la ciudad, por lo que me temo que lo primero que harán a mi muerte es vender esto a alguna empresa que traerá a su propia gente. ¡Pero no quiero que os quedéis sin trabajo! Y sólo se me ocurre una solución para libraros del hambre y la pobreza ¿Estaríais interesados en comprarla? ¡Os la dejo por la mitad de lo que realmente vale!

-¿Nosotros? ¡Pero si no tenemos tanto dinero!

-No os preocupéis, que os voy a hacer un contrato muy especial: vendéis el carbón que os haga falta para ir tirando, y el resto me lo entregáis en pago. Pensad en vuestros hijos y en vuestros nietos, Ventura, puede que necesitéis muchos años para pagar, pero les legaréis a ellos una mina, o sea, un porvenir asegurado.

-¡Tiene razón, Don Calisto! ¡Qué bueno es usted con nosotros!

-¿Trato hecho?

-¡Trato hecho!

Veinte años después, Ventura era un hombre feliz. Terminada la jornada, fue con sus dos hijos a la casa del difunto Don Calisto con el camión cargado de sacos de carbón. ¡Los últimos sacos antes de terminar el pago! Allí, el sombrio administrador que los herederos habían dejado a cargo de todo aquello, supervisó la entrega del cargamento y formalizó los papeles.

-Bien, todo correcto. La deuda ha quedado satisfecha en su totalidad.

Abrazado a sus hijos, Ventura hasta lloró de alegría. Habían sido unos años durísimos de subsistir con lo justo, de entregar casi toda la producción, pero ahora, por fin, el sueño de dos generaciones de trabajadores se había cumplido: la mina era suya para siempre.

A la mañana siguiente, Ventura lo tenía todo preparado para abastecer a sus clientes habituales. Pero ninguno apareció.

-¡Manolo, macho!, ¿qué ha pasado, que no has aparecido por aquí?

-Lo siento, Ventura, pero ha surgido otro proveedor que me ofrece carbón a mitad de precio.

-¿Cómo que...? ¡Pero si la nuestra es la única mina de la comarca!

-Lo siento, Ventura. Negocios son negocios.

-Pero, ¿quién...?

Habían colgado.

Ventura llamó a todo el mundo. Algunos ni se lo cogieron, otros le mencionaban al misterioso proveedor, sin darle más detalles.

Seis meses después, Ventura y el resto de los mineros sólo tenían muchísimo carbón y todavía más deudas. Había bajado el precio en varias ocasiones, pero su competidor anónimo siempre mejoraba la oferta. Y ya no podía rebajar más. ¿Cómo lo haría el otro?

Fue un día de aquellos, cuando por la mina apareció un coche desconocido. ¿Se trataba de un nuevo cliente, quizás?

El vehículo se detuvo y de él bajo el sombrio administrador de los herederos de don Calisto. ¿Qué querría?

-Hola, Ventura. Mis clientes se han enterado de su penosa situación y desean hacerles una oferta muy generosa, en atención al inmenso cariño que su padre profesaba por ustedes.

-¿Qué oferta es esa?

-Comprarles la mina.

-¿Por cuánto?

El sombrio administrador le entregó un papel.

-Esta es la oferta.

-¿Qué? ¡Esto no es ni una décima parte del valor del carbón que les hemos dado!

-Es una oferta muy generosa. El carbón cada vez tiene una importancia menor, contamina mucho. Dudo que encuentren alguien que les ofrezca más por una mina.

-¡Pues dígales que se vayan a la mierda!

-Como guste. Que tengan suerte intentando vender su carbón. Quizás si lo ofrecen gratis, lo consigan colocar.

-¡Un momento!...Son esos hijos de perra, ¿verdad? Son los que están vendiendo el carbón tirado de precio, el carbón que les hemos ido dando durante todos estos años...Lo almacenaban, no lo vendían.

-No me está permitido contestar a esa pregunta.

-Ya, claro, a ellos no les hacía falta el dinero, se podían permitir el lujo de preparar la jugada.

-Piénselo, hable con sus socios, y mañana me da una respuesta.

-¡Me pregunto qué pensaría Don Calisto de esto que están haciendo los cabrones de sus herederos!

El sombrio administrador sonrió según arrancaba el coche. ¡Ese paleto imbécil no era capaz de percatarse de que todo había sido idea del viejo! En fin, así le iba. La vida pone a cada uno en su sitio, es pura selección natural al estilo capitalista.

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