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miércoles, 20 de enero de 2010

A los que Pasan de las Zonas de Paso.

Lo siento, es superior a mí, me pone de los nervios la gente que se pone a charlar en las mismísimas puertas, ocupando todo el hueco con sus confidencias y revelaciones, y sin dejarte pasar.

Sí, me saca tan de quicio que me dan ganas de sacar de quicio a la propia puerta y darles un buen portazo (además de verdad) a los protagonistas de la fechoría.

Que ya sé que tienen algo nuevo que contarse (como en la canción de Perales) y que de la misma prisa no pueden irse a otro sitio, pero, por favor, piense usted en los demás que, manías que tenemos, queremos usar la puerta para entrar o salir.

¿Por qué no se van a una cafetería, que es donde la gente normal pone a la lengua a hacer gimnasia individual (y, en las discotecas, lucha libre)? O, por lo menos, que se sienten en unas sillitas y allí se cuenten lo que se tengan que hablar.

"¡Ay, perdona!", te dicen cuando se dan cuenta de la faena. Si yo les perdono, por supuesto, de mil amores y con la sincerad con que se dice por primera vez "te quiero" (¡releñe, qué cursi esto último!), pero, por favor, que no lo hagan más.

¡Que quiero pasar y no puedo!

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