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sábado, 14 de enero de 2012

Héctor y el Bancario.

Héctor miró fijamente al Bancario. ¿Se estaba riendo (de él)? No, eran imaginaciones suyas. Esa gente nunca se ríe en horas de oficina o, al menos, nunca gratis. Sí, seguramente, si Héctor tuviera un montón de pasta, el Bancario estaría dispuesto a reirse, a saltar o lo que hiciera falta.

Estaba claro, es más fácil vivir sin sentimientos que sin dinero. ¡Qué se lo dijeran a él! Allí estaba, mendigando la cantidad precisa para poder tener un lugar donde cobijarse de la lluvía y el frío. Un lugar desde no se veía el sol, que eso era para los ricos.

Héctor se preguntó si aquel tipo alguna vez habría sentido tal necesidad de Amor, si lo habría mendigado del mismo modo que él entonces mendigaba dinero. Llegó a la conclusión de que la auténtica pregunta era si aquel tipo alguna vez habría sentido, a secas.

Seguramente, sí. Nadie está libre de los sentimientos, especialmente los niños, los adolescentes y los viejos. Sin duda, aquel témpano de hielo con corbata había llorado la muerte de abuelos y el rechazo de alguna chica de su clase.

Quizás fue entonces cuando decidió dejar de venerar al corazón y abrazar la religión del dinero. Al fin y al cabo, parecía ser la mejor: todo está claro, todas la promesas se cumplen de inmediato, usted pague el precio y el artículo es suyo. Coches de los que presumir, cuerpos impresionantes con los que disfrutar, vacaciones en el mar con cena en la mesa del capitán y la casa con un sótano presidido por la dichosa mesa de billar...Todo eso que la gente dice que no da la Felicidad, pero que luego se matan por conseguir.

Héctor decidió que se había equivocado, que los que siguen el camino del dinero siempre son mucho más felices que los que se dejan llevar por los románticos cantos de sirena.

Llevaba mucho retraso, sin duda, pero a lo mejor no era tarde del todo.

-En fin, señor Espadañuela, comprenderá que sin una nómina, esta entidad no puede ni considerar la posibilidad de concederle un crédito hipotecario...

-Ya, lo entiendo...Por cierto, para ser esto que es usted, ¿qué hay que hacer?

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