Buscar en Mundo Jackson

martes, 20 de diciembre de 2011

El Dilema de un Señor Bien Educado al que le Había Sentado Mal la Comida.

¿Qué le habrían echado a las condenadas judías? ¡Algo en malas condiciones, sin duda! O quizás habían sido las propias judias, o quizás era él, que tenía un virus en la tripa o había cogido frío. El caso era que estaba deseando llegar a casa para usted ya me entiende.

El festival del retortijón había empezado en las escaleras mecánicas del Metro, y le había forzado a recorrer la distancia entre la boca del suburbano y el portal de su casa en tiempo record. No corriendo -que eso es ridículo, y uno no debe perder las formas ni cuando se está cagando a morir-, pero si con un paso vivo, pero, eso sí, saludando con una sonrisa forzada a los dos conocidos con los que se había cruzado en el trayecto, que él era muy educado.

Fue abriendo la cerradura del portal cuando las cosas se complicaron de verdad. Al otro lado de la acera distinguió la figura de la distinguida ancianita del octavo. Venía, a paso lentísimo de dintinguida ancianita, pero venía.

Por tanto, lo correcto era esperar a que llegara, ya con la puerta abierta del portal, y cederle el paso con una sonrisa. Sí, eso era lo correcto, y el cumpliría con su misión de señor bien educado aunque le costara la vida.

Y, de hecho, camino de ello iba, porque los ataques del Demonio de la Tripa Ardiente eran cada vez más frecuentes, despiadados e intensos. Mas ahí estaba él, aguantando el tipo como el señor que era.

"Buenas tardes, doña Adela", fue lo único que acertó a decir, balbucear más bien, mientras la venerable ochentera traspasaba la puerta como una tortuguita.

El ascensor, lo siguiente era llamar la ascensor y volver a abrirle la puerta a doña Adela, aunque el instinto le pedía de rodillas que subiera por las escaleras de a tres peldaños el brinco para llegar raudo a su casa en el segundo piso.

Pero no, esperó al condenado ascensor, aunque en la espera cada piso fuera un calvario estomacal. Sí, ahí estaba él, todo un señor.

Llegado a su destino, él balbuceó un "buenas tardes" incluso más torpe que el anterior, y, sin esperar respuesta, salió por la puerta del ascensor prácticamente al sprint. En la maniobra, dio un imprevistó portazó, que, por esa misma razón, sobresaltó a doña Adela.

"¡Hay que ver qué maleducado es este señor, con lo fino que parecía!", penso para sí la distinguida ancianita.

No hay comentarios: