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sábado, 28 de agosto de 2010

Los Casos de Woodchat Shrike: Un Honrado Amigo (14).

"No debió ser un dulce despertar: al pie de un árbol con un tremendo dolor de cabeza, atado, amordazado y con una soga al cuello.

'¡Póngase de pie, por favor, Doctor Jenkins!'

El tipo abrió unos ojos como de dibujos animados, al tiempo que intentaba en vano chillar.

'Muy bien, doctor. Ahora le voy a contar un bonito relato, a ver qué le parece a su fino paladar literario. Es la historia de dos muchachos que se conocen en la universidad. Uno es un cara, el otro es un pobre hombre. Se hacen amigos, o eso creo el infeliz del segundo, porque al primero sólo le divierte reírse de él haciéndole creer que la porquería que escribe es buena. Al tiempo, nuestro querido caradura se nos enamora de verdad de una hermosa muchacha y planea casarse con ella. Pero llega un señor muy malo llamado Adolf Hitler para estropearlo todo. El cara se nos va a la guerra, y teme que algún listo le levante a la novia, así que le deja encargado a su amigo el tontín que cuide de ella, como un eunuco de los viejos tiempos...¿Qué tal? ¿Le está gustando?'

Por la cara que estaba poniendo Jenkins, era claro que no le estaba gustando un pimiento, pero también que yo no iba desencaminado.

'Pero, ¡misterios del alma humana y sus caprichos!, la señorita empieza a sentir una pasión totalmente intolerable por el poestastro o por su obra, o quizás por ambos. Y se lo transmite a usted por carta, lo que le fuerza a volver apresuradamente de permiso con el fin de intentar que las aguas vuelvan a su cauce...Para encontrarse a su llegada con la tragedia de que la joven ha fallecido, y todo por salvar una de las mierdas en su tinta del otro...¡Usted está roto por dentro y siente necesidad de vengarse! ¡Qué cosas más dolorosa y estéril la venganza, se lo digo yo por propia experiencia!'

'Su primer impulso es matar al pánfilo, pero tiene la sangre fría de decidir que no merece la pena acabar ante un juez -o alguien peor- por ese imbécil. Además, usted quiere llegar más allá...Mientras, el tontín no para de martirizarle con sus ansias de laureles literarios. Entonces, se le viene a la mente un tipo similar: Charles Guiteau, el asesino del presidente Garfield, del que tantas veces le habló su camarada durante la guerra. Guiteau también tenía delirios de grandeza...y matar al presidente le permitió que la gente se interesara por él. ¿Me sigue, Jenkins?'

Me seguía, puesto que el mismo había fabricado el camino.

'Su amiguito está dispuesto a todo con tal de que se publique su obra, pero matar a un ser humano...Es entonces cuando usted decide poner en marcha los conocimientos sobre falsificación de documentos adquiridos durante la guerra. Crea esta carta que encontré en la habitación de Adria. Supuestamente, se la ha enviado en viejo profesor Porter-Smith, y le confía que le quedan semanas de vida y que la espera lo está torturando. Así, el homicidio no será un crimen, sino un acto de piedad. La carta será su golpe de efecto durante el juicio, le hará la pena mucha más ligera -incluso puede que salga absuelto- y, sobre todo, le dará incluso más publicidad. ¡Los editores se pegarán de bofetadas por publicar su libro! Lo que él no sabe es que cualquier perito caligráfico descubrirá que la carta es una muy mala falsificación'.

'Por fin convencido, Adria abandona a su familia para concentrarse en su plan. El método más adecuado parece sin duda el envenenamiento. En el servicio secreto, usted aprendió una o dos cosas sobre el tema. Ahora tan sólo queda buscar una excusa para tomar el té con Porter-Smith, y se les ocurre lo del encuentro con Bright. Pero el estúpido de su amigo no vale ni para envenenador básico. Con los nervios, confunde el veneno -cianuro de potasio- con el azúcar, y liquida a quien no debía...Y el resto ya está en los periódicos. Usted le visita en la cárcel, le lava el cerebro diciendo que ése es su destino y le promete que publicará todo lo que escriba.... El bobo colgando de una soga -con los zapatos relucientes, al igual que Charles Guiteau- y habiendo muerto con la convicción de que su obra por fin será difundida, cosa que usted se encargará de que no pase...¡La venganza se ha cumplido, redonda!'

'Doctor Jenkins, es usted cómplice de un asesinato. El cerebro, para ser más exactos. Usted lo sabe, yo lo sé, pero resultaría complicado demostrar toda esta historia ante un juez, así que he decidido que nos saltemos ese paso'.

Jenkins, que había agachado la cabeza hacía unos segundos, levantó la vista. Como tipo listo que era, sabía que había llegado el momento de negociar, posiblemente para salvar su vida".

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