Buscar en Mundo Jackson

miércoles, 25 de agosto de 2010

Los Casos de Woodchat Shrike: Un Honrado Amigo (11).

Tenía, pues, un montón de piezas -pero no todas- y la necesidad de encajarlas.

Llamé por teléfono a Peabody para que me informara de cuándo se iba a hacer la entrega de las cenizas de Adria a su amigo. Me contestó que al día siguiente, a primera hora. Le pedí que me esperara antes de hacerlo. Bernie Peabody, fiel a sí mismo, se limitó a decirme que sí. También me comentó que se había quedado con los zapatos del finado, porque estaban muy relucientes y eran de su talla. Peabody tenía esas cosas.

En fin, tenía un día para intentar resolver todo aquello, así que no había tiempo que perder.

Decidí que mi siguiente movimiento debía ser hacerle una visita al lugar del crimen. Sin duda la Policía ya había estado allí, pero en un caso tan claro dudo que hubieran hecho un registro a fondo. No había sido necesario, ya tenían sus pruebas para poner a un sospechoso convincente delante de un juez. Yo, en cambio, no buscaba eso. Buscaba la verdad.

Tuve la suerte de que la habitación estaba disponible, por lo que me hice pasar por un posible inquilino. La casera, muy amable, me la mostró destacando sus bondades con el grado adecuado de exageración. No obstante, obvió el detalle de que allí habían envenenado a un hombre. Yo, con mi mejor rubor fingido, le dije que estaba interesado en la habitación, pero sólo por un par de horas y para recibir a una “invitada”. La señora se indignó mucho y me dijo que aquella era una casa respetable. Yo le ofrecí una semana de alquiler poniendo cara de pena (lamentablemente, tuve que recurrir a dinero falso, dada mi humilde condición económica). A ella se le pasó la indignación. Hizo un poco de comedia: '¡Excepcionalmente, hasta las dos y que ni usted ni su invitada vuelvan por aquí!' Yo asentí y le dije que la señorita llegaría en un rato.

Por fin libre, fisgué en los típicos lugares donde la gente que no sabe esconder esconde las cosas importantes. El amigo Adria era de los de detrás de un cuadro. En posesión de lo que buscaba, me fui por donde había venido. La casera, sorprendida, me preguntó por mi “invitada”. `Se ha ido con Cary Grant”, le solté.

Me había puesto de buen humor.

No hay comentarios: