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jueves, 19 de agosto de 2010

Los Casos de Woodchat Shrike: Un Honrado Amigo (5).

"Lo primero era 'retener cautelarmente" los cuadernos. Peadody, fiel a su estilo, me los entregó encogiendo sus hombros y diciéndome que la responsabilidad de todo aquello reposaba en los míos.

Una vez que hube terminado con el cuerpo de Adria, me fui en busca de 'mi hombre en Pentonville". No fue difícil encontrarlo: en el pub más cercano a la prisión.

Entre pinta y pinta, le pedí más detalles sobre aquel amigo que había condenado la obra de Adria a las llamas (aunque me reservé este último detalle). Me comentó que se llamaba Clive Jenkins, y que era un gran tipo, muy cortés y simpático. El único que se había molestado en visitar al condenado. De hecho, le habría gustado estar con él hasta el mismísimo final, pero el reglamento lo impedía y no había excepciones. No obstante, el director le había permitido una última despedida y que esperara en su despacho mientras todo ocurría.

Le pregunté sorprendido si nadie de su familia se había preocupado por Adria, y me dijo que el condenado se había enfadado con ellos hacia algún tiempo y no había querido recibirlos, ni siquiera en tal penosísimo trance.

Para rematar, dejé caer si Horace Adria alguna vez le había comentado qué quería que se hiciera con todo lo que escribía en la celda. Me reiteró lo que ya sabía: 'Que se lo den a mi amigo. Es sabe cuál es mi deseo'. Y eso mismo se había ido a hacer el director nada más terminar.

¿Que se lo den a mi amigo para que lo queme? No, no -pensé para mí-.

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