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martes, 2 de febrero de 2010

¡Silencio, que Voy a Callarme!

Si uno considera como su profesión a aquello que con más frecuencia hace en su puesto de trabajo, yo me dedico a mandar callar gente.

Debe ser por eso que amo tanto el silencio y debe por eso que en tanto estimo la capacidad de mantener el pico cerrado cuando conviene al bien común (y, por lo general, en contra del interés personal de no aburrirse).

Y voy a más, creo que un país en el que hay que andar mandando callarse a la gente, ni está civilizado ni na.

¿No se dan cuenta de que el ponente va a comenzar su conferencia? ¿No se percatan de que si hablamos todos a la vez, no nos enteramos de nada? Pues no, hay que hacer ese sonido tan característico y tan molesto. Sí, ese que parece que están calentando los motores de un Boeing 747.

Resumen, que por fuera te mando callar, y por dentro te mando a otro sitio...

Y ya me callo, ya me callo.

El profesor que afirme que no se ha quedado con las ganas, miente más que las velas de la tarta de una folclórica.

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