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martes, 19 de enero de 2010

¿Los Balones Botan o Votan?

Dicen que está feo mezclar política y deporte. Que digan lo que quieran, aquí lo hacemos todos.

Lo hacen los jugadores, cuando afirman tener eternas lealtades a regiones que hace un año ni conocían, cuando veneran símbolos con la pasión fingida que se le debe al mejor postor.

Lo hacen los políticos, aprovechando que es más fácil llenar de público un estadio ofreciendo un partido de fútbol que un mitin del partido. Así que se valen de que ya está allí toda esa gente para dejarse ver en el palco y, de paso, salir en la tele y arañar algún votete.

Lo hacen los políticos, recibiendo a los campeones por lo institucional (con camiseta personalizada incluida), con la aviesa intención de intentar succionarles un poco de ese aura de victoria y grandeza que tienen los campeones y, de paso, salir en la tele y arañar algún votete.

Los hacen los periodistas, cuando identifican a un equipos con las opiniones de su presidente o de una parte de su afición, y cuando relacionan las victorias con la legitimidad o no de esas opiniones.

Lo hacen los periodistas, cuando creen que una victoria o una derrota en el terreno de juego internacional pone el juego el orgullo patrio.

Lo hacen las aficiones, usando las gradas como diván de sus miedos y sus fobias, y como inodoro para toda la mierda que llevan dentro de sus cabezas.

Y, lo que es peor, a menudo hasta lo hacemos y usted y yo.

4 de Junio de 1977. La selección de Escocia gana a Inglaterra en Wembley. Y se lía la que se lía.

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