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lunes, 18 de enero de 2010

La Prueba de Iluminación Educativa Jackson (P.I.E.J)

Un tal William Yeats dijo que "la Educación no es llenar un cubo, sino encender un fuego". Es un frase que yo le tatuaría en la mollera a todos los personajes de este Circo del Esperpento que es mi negocio de la Educación.

Porque todos nos limitamos a poner a los niños en fila y, con la mirada aburrida y suspicaz, nos asomanos a su cubito, vemos lo que hay dentro y lo cuantificamos de 0 a 10 (con o sin decimales). "¡Hala, majete, ya puedes olvidarlo todo tranquilamente!"

¿No sería una genial locura examinar a las personas de 30, 40, 50 años...? No para dar o quitar títulos (¡esa maldita obsesión que tanto nos lastra! Estamos tan preocupados por certificar lo mucho que sabemos que nos olvidamos de aprender), sino para ver lo que aquellas semillas que se plantaron en un colegio han dado como verdadero fruto.

Un examen imprevisible y enigmático, sin más temario previo que todo el saber humano, porque en este ejercicio que propongo, tanta trampa hay en estudiar para prepararlo como en copiar.

¡Ojalá lo hicieran conmigo! Aunque fuera sólo como pequeño homenaje a todos aquellos maestros que me enseñaron lo bellas que eran las letras -las nuestras y las de fuera-, para poder demostrarles y agradecerles lo que ahora soy, o como tirón en las orejas para aquellos profesores de números que sólo sacaron de mí fríos aprobados huecos.

Nadie lo va hacer, aunque sería precioso que lo hicieran, para ver hasta qué punto las aulas del ayer encendieron llamas capaces de iluminar nuestros presentes.

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