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domingo, 22 de febrero de 2009

Cuentos de Hadas que Terminan Regular: La Princesita de la Pasarela.

Dolores García Pacheco se llamaba la niña que se marcó unas pellas de las que hacen afición para ir a un casting de L'Oreal. Mintió cuando dijo que tenía 18 años, aunque pronto aprendió que en ese mundillo todas lo hacían. Hay una ley elemental de las Matemáticas de la Vanidad que dice que la edad de una modelo siempre tiende a 20 y pocos (hasta que resulta tan evidente que ya cumplió los 40 que no le queda más remedio que afirmar que tiene 32).

Fue en aquel casting donde conoció a su hada madrina, que de un toque de varita mágica la convirtió en Lola Pacheko, y le concedió su sueño de ser la Princesita de la Pasarela. Desfiló, desfiló y desfiló. También la hicieron fotos, y más fotos. Se aficionó a algunos vicios, se casó por el rito balinés con un ala-pivot de un equipo de baloncesto, y al mes se divorciaron por el rito de los juzgados de Plaza Castilla.

Pero de todo eso hace ya veinte años. La Princesa de las Pasarelas no sabía que, en realidad, el reino de la moda es una república bananera. La revolución llegó comandada por un puñado de mocosas con las tetas más arriba y las piernas más abajo.

Lola Pacheko intentó exiliarse en el mundo de la interpretación, pero tuvo que rendirse a la evidencia de que no se le entendía cuando hablaba. El dinero inagotable se agotó (o, mejor dicho, se lo agotaron unos cuantos chulos) y ahora ella trabaja de dependienta en la sección de complementos de unos céntricos almacenes y vive de alquiler con su hada madrina, que echa una mano a la economía doméstica aceptando encargos de costura y, de cuando en cuando, haciendo trucos de magia en fiestas infantiles.

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