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domingo, 7 de diciembre de 2008

30 Historias para 30 Derechos: Artículo 28.

"Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos".

Esperaba morir, pero no tan pronto. Mejor dicho, esperaba que lo mataran. Daba igual, estaba muerto de todos modos, aunque había sido capaz de guardar el secreto admirablemente.

Iba a ser el presidente perfecto: un hombre que sabía que que no llegaría a la reelección; ni al lucrativo circuito de las charlas en prestigiosos clubes; ni al siempre sustancioso contrato por las jugosas memorias; ni, en especial, a los consejos de administración de un ramillete de empresas poderosas, selectas y tremendamente agradecidas.

Intentó despistarles con unas primeras medidas absolutamente inofensivas, pero nada más iniciar el brusco giro que daría techo y plato a millones de personas (pero les costaría la embarcación de recreo a unos miles), se encargaron de él en cuestión de días. De hecho, en el momento de su asesinato había ya otro puñado de conspiraciones serias contra su vida, todas orquestadas por diferentes sectores industriales y sociales. Hasta su jefe de seguridad estaba metido en una de ellas.

Los libros de historia apenas le reservarían un párrafo: el innovador presidente que duró unos meses en el cargo antes de perecer víctima (oficialmente) de las balas de un extremista resentido y solitario. El presidente que -entre otras cosas- intentó cancelar la compra de unas armas que su país no necesitaba, realizar una investigación seria e imparcial sobre las actuaciones de las empresas de su nación en el extranjero y subir los impuestos a los que más tenían para ayudar a los que más lo necesitaban.

En otras palabras, un tipo al que le reventaron el corazón a tiros por ingenuo, idealista y gilipollas. Siendo tan grande, fue un blanco fácil.

1 comentario:

Endocimia dijo...

Me gusto muchisimo tu blog, volvere