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miércoles, 3 de diciembre de 2008

30 Historias para 30 Derechos: Artículo 24.

"Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas".

El señor Azpieta cambia de móvil más que de camisa. Siempre a cargo de la empresa, claro está. Ya, ni se molesta en digerir el libro de instrucciones. ¿Para qué? Cuando se termina de hacer con el cacharro, le recetan otro. Sabe hacer lo necesario y punto. De todos modos, tampoco tiene demasiado tiempo para leer.

Luciano hereda móviles heredados. En cualquier caso, para llamar a la parienta a las primeras, segundas y terceras de cambio, tampoco precisa de más.

El señor Azpieta es del F.C. Barcelona de toda la vida. Tercera generación de culés de corazón, y orgulloso guardián de una tradición que está inculcando a sus hijos (aunque el pequeño se ha torcido y le va más la NBA).

Luciano es del Real Madrid, como cualquier persona con sensibilidad y un poquito de sentido común que haya nacido en la capital de España.

El señor Azpieta es muy educado, y siempre se despide de sus subordinados con un característico aroma de paternalismo.

-Que, Luciano, ¿quién va a ganar mañana?

-Espero que los míos, señor Azpieta.

-¡Os vamos a encajar una manita!

-Espero que no, señor Azpieta.

-Bueno, me voy, que pierdo el puente aéreo. ¿Algún recado para tu presidente?

-¿Va usted otra vez al palco?

-¡Como está mandado, Luciano!

-¡Qué suerte tiene usted!

-Bah, por la tele se ve mejor, hazme caso.

Y el importantísimo señor Azpieta se fue, no sin antes propinarle a Luciano el cachetito de superioridad cariñosa de costumbre.

Lástima de móvil de última generación, de esos cuyo estruendo ni un estadio es capaz de acallar; lástima de urgencia urgentísima en la multinacional, de esas que sólo el prodigioso Azpieta es capaz de solventar; lástima de perderse más de la mitad de un partido pegado a un teléfono en el antepalco...

-¡Qué lástima, al palo!

-Luciano, no pegues eso brincos, que te vas a cargar el sofá. Y enciende el móvil de una dichosa vez, a ver si va a llamar la niña.

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