"1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social".
-¡Mamá, esta comida es un asco!
-Pero te alimenta.
-¡Mamá, estas zapatillas no son de marca!
-Pero no vas descalzo.
-¡Mamá, esta casa está fatal comunicada!
-Pero es un techo que te cobija de la lluvia y el frío.
Manolito sólo sabía quejarse. Manolito nunca estaba contento. Seguramente, fue ese bendito inconformismo el que le impulsó a estudiar, trabajar y luchar. Ahora, don Manuel come de restaurante, viste de marca y reside de lujo. Pero, además, ahora don Manuel dedica parte de su tiempo libre (su bien más preciado y escaso) a que otra gente que no tiene comida, ropa o casa de la que quejarse, pueda protestar porque que la sopa está fría, la camisa pasada de moda y la calefacción estropeada.
Don Manuel no es un emisario de la caridad -se niega a ser tal cosa-, sino un agente de la más pura Justicia. Don Manuel, Manolito, es un voluntario, un activista de derechos humanos.
¡Casi na!
No hay comentarios:
Publicar un comentario