Buscar en Mundo Jackson

miércoles, 26 de noviembre de 2008

30 Historias para 30 Derechos: Artículo 17.

"1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.

2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad".

Dang asomó la cabeza tímidamente desde su escondite. Hacía un rato que los disparos, los golpes y los chillidos habían cesado, pero ¿se habían ido ya? Se armó de valor -de lo único de que podía- e inició cauteloso el retorno.

Sí, era seguro que se habían marchado. Ellos, y también los habitantes del poblado. No sabía adónde. Quizás habían salido huyendo como él, o los habían raptado los asaltantes de la guerrilla "Janjaweed" o, acaso, simplemente yacían dentro de las casuchas en llamas -carbonizados o muertos por asfixia-.

Desconcertado, se sentó a ver arder. Si hubiera tenido más agua, a lo mejor habría intentado plantar una cara testimonial a aquella vorágine pírica. Pero la poquita que había estaba reservada a los cultivos y beber lo justo para no morir de sed.

De repente, se percató de que no era dueño de absolutamente nada en este mundo, de que su casa y sus cuatro cabras se habían esfumado. Cenizas y humo. ¿De qué iba a vivir? ¿Qué iba a hacer?

Le costó tiempo reaccionar, y, para cuando lo hizo, los incendios se habían muerto de no tener ya qué destruir. Se levantó y se puso a husmear por entre los restos del holocausto, por si hubiera algo aprovechable.

Lo primero que encontró fue el cadáver de su querido compañero Rahman. Le habían pegado múltiples patadas y un par de tiros. ¡Loco insensato! Dang le había aconsejado, implorado, que fuera a esconderse con él. Pero Rahman quiso jugar a los héroes y se quedó a defender el minúsculo rebaño que cimentaba su subsistencia.

Arrodillado juntó al cuerpo vació de vida y lleno de dignidad de su viejo amigo, Dang se preguntó quién había sido más estúpido: si el que afrontó una muerte segura peleando por su único tesoro o el que decidió seguir viviendo en Darfur, sin más posesión que los actos de buenísima voluntad de unos pocos y la palabras -huecas, cómplices y asesinas- de tantos y tantos seres por todo el mundo que dicen llamarse humanos.

No hay comentarios: