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lunes, 24 de noviembre de 2008

30 Historias para 30 Derechos: Artículo 15.

"1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.

2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de nacionalidad".

El director de aquel pequeño zoo de provincias contempló en silencio como un murciélago entraba volando por la ventana de su despacho y aterrizaba en su mesa, justo delante de él.

-Siéntate, anda.

-Ya sé para lo que me has llamado y he de decirte que tú y tu actitud sois los únicos responsables de lo ocurrido.

-Mira, Genaro, yo no he sido el que le ha clavado los colmillos a un pobre oso panda y ha estado chupando hasta que se ha muerto desangrado.

-Ese animal no era más que otro engranaje de la maquinaria zoo-represora que oprime a mi especie.

-En fin, Genaro, ya sabes que me parece muy respetable que un grupo de murciélagos no os sintáis mamíferos, pero también te recuerdo que este es un zoo serio y, mientras la Ciencia no me indique lo contrario, seguiréis compartiendo zona con los leones, los conejos y demás. ¿Por qué no cambiáis de estrategia como te he aconsejado tantas veces? Dejad de atacar a pobres criaturas y dedicad vuestros esfuerzos a contactar con los departamentos de Biología de las grandes universidades. Exponed vuestro caso con buenos argumentos y puede que así consigáis que os saquen del saco de los mamíferos.

-¡Chupapezones fascista!-dijo el murciélago, y se largó aleteando por donde había venido.

-¡La leche que le han dado, quiera o no quiera él reconocerlo!

En ese preciso instante, la puerta se abrió y apareció una vaca con un ternerillo colgado de cada ubre. Lo que le faltaba.

-Matilde, ¿no puedes descansar ni un ratito? ¡Todo el día dando de mamar a esos pobres! ¡Los vas a matar de un empacho de leche!

-¡Yo no me avergüenzo de ser un mamífero! ¿Tú sí? ¡Fuera esos complejos, señor mío!

Y pensar que había creído que dirigir aquello sería fácil. Iluso.

-No, si a mí me gustan un par de senos humanos bien puestos como al que más, pero lo que me parece ridículo es pasarse la vida gritando: "¡Vivan las tetas!".

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