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lunes, 21 de enero de 2008

Nadie escucha ya el ruido de fondo.

La mirada perdida y dos tarzanes con lianas colgando de las orejas. Todo el mundo con su propia música por la calle y el Metro. Absortos, perdidos en su propio universo de preocupaciones y fantasías.

Yo, por contra, sigo disfrutando de la voz de la calle. Los ruidos, los chirridos, los pitidos, las frases sueltas...Es parte de la gracia del paseo. Ese chiste escuchado a medias, esa frase genial cazada al vuelo en una esquina. Todo se pierde por culpa de los dichosos cascos.

Escuchen la voz de la ciudad, que es el latido de la vida diaria. Es lo que nos conecta los unos con los otros, lo que nos hace, en mi caso, madrileños.

Sal de tu mundo y vuelve al nuestro.

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