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jueves, 20 de febrero de 2014

Operación Chuleta (4).

"¡Honradez demostrada, hasta cuando era una niña! ¡Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces! Dentro de poco, le vamos a mostrar y demostrar a este país cuál es la verdadera honradez de esa señora".

-¡Apaga eso!

El esbirro de traje, corbata y máster acató la orden como un corderito y quitó el televisor.

-Pero, señora presidente, tampoco es tan grave que...

-¿Eres retrasado o qué? ¿No recuerdas lo que dije en el mitin de cierre de campaña: "Si alguien demuestra que he hecho trampas una sola vez en toda mi vida, presentaré mi dimisión irrevocable de modo inmediato".

-Ya, eso es cierto.

-Bueno, por sus palabras, deduzco que esa gente está cerca de la chuleta, pero todavía no la tiene...

-¡Señora presidenta! -el joven y prometedor Gonzalo Cosés irrumpió sin llamar.

-¿No había dicho que no nos interrumpieran bajo ningún concepto?

-Pero, señora presidenta, es una noticia de la máxima importancia.

-¿Qué, que ha aparecido el cadáver de ese mamarrabos de Tejerizaga?

Gonzalo Cosés se quedó más blanco que su camisa de marca.

-¿Cómo lo sabe?

-¡Eso da igual, chavalín! Tenemos que movernos rápido y bien, esos cabrones tendrán la chuleta en cuestión de horas. Ponedme con Ayuseras.

Ignacio Ayuseras era para familiares, amigos y vecinos un honrado viajante de géneros textiles de una fábrica del extrarradio de la capital.

Obviamente, era el jefe del servicio secreto.

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