Medido al milímetro, todo en política siempre está medido al milímetro, y la repentina aparición de Don Fabián no iba a romper la regla.
Cuando el equipo de comunicación de la señora presidenta empezó a abocetar la estrategia que acabaría con su culo en la butaca más alta de la nación, les vino a la mente un lema obvio: "Honradez Demostrada".
En efecto, en toda su carrera -tanto profesional como política- jamás le habían podido sacar ni una sola mentira de palabra o infracción de acto. Y eso que sus enemigos habían escarbado hasta debajo de las piedras de carpetas y carpetas de documentación.
-¡Es inútil, esa gente pierde el tiempo! -les había dicho la señora presidenta a sus asesores en privado y a las multitudes en público- ¡Jamás encontrarán nada, porque no hay nada que encontrar!
-En el próximo mitin, di que tú no hiciste trampa ni en los exámenes del colegio -había sugerido Blas Costeira, una de las mejores espadas de su mosqueteros publicitarios.
Mal dicho, pero, a la vez, muy bien dicho.
-Es fundamental localizar a un tal Fabían García, o Gómez, no me acuerdo. Me dio clase hace 40 años, con eso debería de ser suficiente.
-Igual está muerto.
-Me igual, hay que localizarlo, vivo o muerto.
-¿A qué viene esto, presidenta?
-A que una mala tarde la tiene cualquiera, a que me había pillado el toro, yo me creí más lista que ese fulano, y me equivoqué.
-¿Te pilló copiando?
-¿Y? -la presidenta puso esa mirada que la había hecho legendaria, la que hiela la sangre de cualquiera.
-Pero, entonces, habrá que localizar a toda la clase.
-No, ese tío era muy discreto y diplomático. Me quitó la chuleta sin que nadie se diera cuenta, la grapó al examen y me dijo que me fuera al baño, que tenía cara de encontrarme muy mal, y que me repetiría el examen al día siguiente.
-¿Y para qué hizo eso?
-Mejor así que tener que explicarle a mi padre que me había pillado copiando. Pero supongo que prefirió quedarse la chuleta, por si las moscas. -El padre de la señora presidente había sido un señor muy principal y de muy mala uva- Pero lo importante ahora es localizar a ese Fabián y que nos garantice que aquel desagradable incidente jamás saldrá a la luz.
Y, como usted ya sabe, se encontró al tal Don Fabián , fue oportunamente aleccionado y parecía que el desagradable problema había sido oportunamente resuelto.
-¡Cómo lo siento, Don Luis, su padre era un gran docente y mejor persona! -dijo la señora presidenta, abrazando en el tanatorio al hijo mayor de Don Fabían. Por supuesto que era la primera vez que coincidían, pero ante las cámaras hay que aparentar calor y proximidad.
-Gracias, señora presidenta. Por cierto, tengo un documento que me dijo mi papá que le iba a interesar, y mucho.
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