-¡No tienes ni idea, "chalao"! ¡El fútbol es para hombres y, si no, que no juegue!
El árbitro se limitó a guardar la tarjeta recien enseñada y a seguir concentrándose en lo suyo.
-¿Estás bien, chaval?
El muchacho le limpió la tierra de la rodilla y asintió. La zancadilla había sido traicionera, y la caída importante, y, no obstante, ahí estaba, todo un hombre.
El responsable de la reprobable acción había sido Chema Treví, y, por supuesto, la voz protestona había sido la de su progenitor, don José María Treví, alias "El Ferretero".
Chema Treví tampoco parecía comprender muy bien la razón de la tarjeta, aunque no habló (que para eso ya estaba su padre). En realidad, no había tirado a aquel chaval a propósito, es que era así de torpe.
Torpe, muy torpe, Chemita Treví era torpe de narices con el balón en los pies (como en tantas otras cosas). Pero, claro, siendo hijo de quien era, -del patriarca de "Los Ferreteros", los reyes de los corrillos de patio y los emperadores de las reuniones de padres-, ¡a ver quién era el valiente que lo dejaba en el banquillo!
La única virtud que tenía Chema resultaba ser lo brutísimo que era (esa arma de doble filo). Chutaba duro y con mala leche, y, aunque lo más común era que el esférico acabara al otro lado de la valla del colegio, algún que otro gol había logrado, siempre celebrado con la misma viril rabia por padre e hijo.
-¡Joder, Chema. más fácil, tío!
Gonzalo Rosales resopló. Cuando al condenado Chemita le da por intentar pegar pases de taconcito...¡Casi peor que cuando prueba a hacer el regate con bicicleta incluida! ¿Cuándo se va a percatar de que no le sale?
-¡No píes tanto y defiende más, Rosales!
El jodido papá siempre al rescate. Gonzalo Rosales miró al míster, que, avergonzado y cobarde, se limitó a agachar la cabeza y hacer como que pensaba el siguiente cambio.
No había mucho que pensar, estaba más que claro: quita al paquete de Chema Treví.
No hay comentarios:
Publicar un comentario