-Concepción, que se ha quejado de que esta planta se queda por las tardes hecha un asco.
-Bueno, pero para eso está ella, ¿no? Para limpiarla.
-Sí, pero dice que todo tiene un límite, y que la cantidad de mierda que hay es excesiva.
-Ya, y supongo que ya le ha ido al jefe con el cuento, y el jefe te ha dicho que me eches esta bronca.
-Exacto.
-En fin, oido cocina.
Todo por contentar al jefe, por supuesto. Lorenzo siempre había sido bastante desastre para las cosas del orden, por mucho que luego fuera un genio -o casi- de la informática. No obstante, decidió que eso iba a cambiar. Y lo decidió a mala idea.
-No tendrá queja Concepción de cómo le estamos dejando la planta.
-Supongo que no, porque el jefe no me ha vuelto a comentar nada.
-Mira, pásate a verla.
-A ver...Sí, lo cierto es que está limpia.
-Tan limpia que no hace falta limpiarla.
-Sin duda.
-Así que igual hay que reducir la plantilla del equipo de limpieza del edificio.
-Parece lo lógico.
-Coméntaselo al jefe la próxima vez que lo veas.
Con el tiempo, a Lorenzo hasta le dio un poquito de cargo de conciencia haber mandado a una trabajadora al paro. pero quizás así Concepción habría aprendido una lección básica en esta vida:
Si el polvo te da de comer, no te quejes de que hay que barrer mucho.
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