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viernes, 18 de octubre de 2013

El Profesional

-Le imaginaba a usted muy diferente.

Agustín sonrió nervioso.

-La gente ha visto muchas películas- contestó con naturalidad el rechoncho hombre del otro lado de la mesa de madera casi noble.

-¡Pues me ha citado usted en una cafetería, y eso es muy peliculero!

-Es un sitio discreto. En fin, dejémonos de preliminares. Mi tiempo es valioso, y presupongo que el suyo también.

-Pues mire...Ya le habrá contado mi amigo.

-No, su amigo sólo me dijo que usted quería hablar conmigo. La discreción es crucial en este negocio: nada de nombres, nada de facturas y siempre olvida las caras.

-Ya, pues mire, resulta que es que hay una señorita que tiene unas fotos mías que son un poco comprometidas, porque resulta que...

-Nada de detalles, por favor. Supongo que usted quiere que ese material nunca vea la luz.

-Bueno, con que no las vea mi mujer, me conformo- Agustín sonrió, todavía más nervioso.

-Entiendo, y supongo que esa señorita ya le ha hecho un petición de dinero.

-En efecto, pero la cantidad es exagerada, mucho más de lo que yo puedo asumir. Eso es lo que quiero que haga usted, que negocie con ella la cantidad.

-No es problema. Presumo que está al tanto de mis condiciones.

-Sí, 3.000. Todo incluido. Van en el sobre.

-Junto a las señas y una foto de la susodicha señorita.

-Sí, va todo.

-Correcto, mañana, en este lugar y a esta hora, le haré entrega de esas fotografías en este mismo sobre.

-¡Me pregunto cómo lo va a hacer, ella me pedía 100.000!

-Un buen mago, mi estimado señor, nunca desvela sus trucos.

-No le hará daño. ¿verdad?

No hubo más contestación que un lacónico "buenas tardes".

Agustín se quedó ahí. Congelado, incapaza de reaccionar, de parar lo imparable, viendo salir a aquel señor calvo y regordete por la puerta.

 ¿Qué había hecho?

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