-¿Está el enemigo?
-¿De parte de quién?
-Del enemigo.
-Al aparato.
-Mire, es que yo llamaba para rendirme.
-¿Es usted el general?
-No, yo soy el sargento Macedonia.
-¿Sargento? ¡Por lo menos podía haber llamado el capitán!
-Es que dice que le da apuro. Lo de rendirse, me refiero.
-Ya, pero seguro que si fuera para que nos rindiéramos nosotros, no le daría tanto.
-Sí fuera para rendirse ustedes, habría llamado el presidente de la República en persona.
-Bueno, entonces, ¿se rinde ustedes?
-Esa intención tenemos. Lo único, a ver si lo podemos hacer a plazos.
-¿Como dice?
-Sí, que si nos podemos ir rindiendo poco a poco, a tres soldados cada día. Es que así, de golpe, como que nos da cosa.
-Pues no sé si va a poder ser.
-Bueno, pues consúltelo y me llama.
-De acuerdo. Lo que no sé es si mientras declarar una tregua.
-Ha, eso como ustedes vean.
-Mire, yo pregunto todo y le llamo. ¿A qué número?
-Pues es que no lo sé. Yo he cogido el teléfono y he llamado, pero ignoro cuál es nuestro número.
-Pues pregúntele al capitán, haga el favor.
-Bueno, no se retire.
-Es que tengo prisa. ¿Podría llamarme más tarde y me lo dice?
-Descuide, y a ver si ya sabe algo de lo nuestro
-De acuerdo, pero no llame a las cuatro que estaremos durmiendo la siesta.
-No se preocupe.
-Pues nada, a seguir bien.
-Igualmente.
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