Había llegado el gran día o, mejor dicho, la gran noche. Azarías Romera hizo acto de presencia en el helipuerto del buque "Libertador Don Álvaro Mendívil" adecuadamente ataviado para la ocasión: un ceñido mono verde que resaltaba su barriga, un casco blanco que le estaba algo grande y una botas negras que le estaban bastante pequeñas.
Espinosa, Palomero y compañía contemplaron el panorama, no sin cierto espanto.
-¿Esta usted seguro que está cualificado? -susurró Herr Schwebe a Espinosa.
-Perfectamente.
Palomero se le quedó mirando.
-Bueno, señores, ¡listo para embarcar!
Un marino le indicó con un gesto a Azarías que le acompañara hasta el helicóptero.
-¡Buena suerte, señor Romera! -chillo Espinosa, no sonando del todo convencido, a lo que Azarías contestó con una sonrisa y un exageradamente teatral saludo militar.
Azarías subió al helicóptero, ayudado por el marino. Allí ya le esperaba el piloto.
-¡Señor, le presentó al teniente de navio Di Sagra!
-Encantado, mi teniente.
-Bueno, yo le llevo al punto geográfico indicado y ahí ya se encarga usted de todo, ¿no es cierto?
-Sí, descuide, está todo bajo control.
-¡Pues vámonos!
La delegación de Garborsa vio el helicóptero sumergirse en la densa noche oceánica.
-¡Tendríamos que haber traido dos misiles y haber hecho un prueba antes, Espinosa!
-Esos cacharros son demasiado caros para andar haciendo pruebas. Además, ya es tarde para tener ideas geniales...Solis, repítame que está todo bajo control.
-¡Hombre, muy tonto tendría que ser para hacerlo mal...! Vamos, cuando yo le estuve enseñando yo creo que más o menos se enteró.
-Gracias.
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