El capitán Julius C. Deytonshire Jr. era de ese tipo de hombres que no se detienen ante nada ni nadie: viril, impulsivo, audaz. Demasiado. Por eso -con excelente criterio- el almirantazgo estadounidense le había dado el mando del buque de investigación oceanográfica USS Niagara Falls, un barco donde la peor que podia pasar era que Deytonshire le pegara un tiro a una foca.
En cualquier caso, y fiel a su naturaleza y sus principios, Deytonshire se había saltado la ruta oficialmente aprobada para su crucero con un equipo de biólogos de la Universidad de Iowa State, y estaba tomando un atajo por las Islas Papagayo. Eso ahorraría un día entero de navegación. En teoría, no debía atravesar esa zona sin permido, pero, ¡qué diablos, un Deytonshire no se detiene ante anda!
A unas cinco millas del USS Niagara Falls, la farsa seguía el guion previsto: la tripulación del "Ciudad del Plata" ya había abandonado la nave y acababa de enviar el mensaje en clave al "Libertador Don Álvaro Mendívil" y su helicóptero : "¡Fuego a Discreción, Don Álvaro!" Sin duda, ha habido claves mejores.
-Ya lo ha oído, señor, ¡dispare!
Azarías Romera asintió a la orden de su piloto e intento concentrarse en la pantalla que habían atornillado sobre una esquina del panel de mandos. Algo iba mal. Cuando había estado practicando con Solís, todo lo que se veía era un punto verde y brillante sobre fondo negro, pero ahí había dos. ¿Qué hacer? Lo que estaba claro era que no podía decepcionar a la empresa, pero tampoco pedira ayuda -eso le haría parecer un tonto en público, que es lo último que la gente como Azarías Romera desea.
Bueno, como reza el dicho: "ante la duda...". Azarías Romera maniobró una pequeña palanca hasta situar una cruz sobre el más grande de los dos puntos. Entonces, pulso el botón de "Fijar Blanco". El punto gordo empezó a parpadear. Correcto. Conto hasta cinco, tal y como Solís le había enseñando, y presionó el boton rojo: Fuego.
Ya estaba. Chupado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario