-Bueno, pues ya estamos: Ronda de la Costa.
-Pues ahora que lo miro, no me parece tan espectacular. Yo creo que el de la Plaza del Arco de la Amistad sería mejor.
-No, en éste será.
Había llegado el momento de luchar desesperadamente por la propia vida pero, no sabía por qué, le daba como pereza. Debía de ser que el discurso pesimista del conductor le había contagiado, igual es que llevaba un poco o un mucho de razón con todo aquello de los árboles talados y las pobres hormiguitas esclavizadas.
-En fin, pues dale caña, Cristóbal. Los malos trogos, rapidito.
El taxista comenzó a maniobrar para poner el coche mirando al puente. La valla estaba pensada para aguntar impactos laterales a velocidades medias pero no una embestida directa y a toda potencia.
-¿Lista?
-Que sí, hombre, que sí.
-¡Vamos pues!
Dicen que cuando uno va a morir, toda tu vida pasa por delante de tus ojos, casi a cámara lenta. Será a otros, porque al pobre pasajero suicida de refilón le dio por decir la primera -y la última- tontería que le pasó por la cabeza.
-¡Lo peor de todo esto es que me voy a morir sin saber quién gana la liga este año!
Frenazo.
-¡Joder, es verdad, que el sábado es la última y decisiva jornada!
-En efecto.
-¡Toda la temporada tragándose los partidos para ahora morirse con la maldita intriga!
-Pues sí...
-Ya...Estación Sur me dijo, ¿verdad?
-Sí.
-Bueno, pues vamos para allá. Y lo de suicidarnos, ya otro día, ¿no le parece?
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