-Buenos días.
-Muy buenas.
-Usted dirá.
-A la Estación Sur.
-Muy bien...Si no le parece mal, vamos por la Avenida de los Poetas Laureados, que a esta hora no habrá tráfico.
-Sí, muy bien.
-La verdad es que tan temprano no hay tráfico por ningún sitio. ¡Qué horas de estar levantado!
-Sí.
-¿Quién puede estar levantado casi de madrugada?
-Pues usted y yo, para ganarnos la vida.
-Sí. Al principio, lo de trabajar de noche no me desagradaba, me resultaba incluso atractivo -por aquello del punto romántico y eso-, pero, poco a poco, te va quemando, pero claro, ¡ahora no hay manera de que me cambien el turno!
-Ya me figuro.
-Si es que uno lo ve todo tan de noche, tan oscuro, y tantos ratos solo...Dicen que la radio hace compañía, pero a mí no me gusta...Lo malo es que me da por darle vueltas al coco, por pensar y pensar...
-Sin duda tiene que ser duro.
-¡Y tanto! Yo creo que esto de comernos la cabeza es porque tenemos de comer todos los días. Por ejemplo, ¿usted cree que un pobre muchachos de esos de África que se muere de hambre se pregunta por el sentido de la vida? ¡Seguro que no, está demasiado liado buscando qué va a comer ese día! En cambio, yo no hago más que darle vueltas al tema...A lo del sentido de la vida. ¿Usted no?
-Hombre, pues...No sé...Alguna vez, lo normal.
-¡Pues lo mío es constante!
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