-Muchas gracias, señor Cullerel y felicidades por la victoria de nuevo.
-Gracias a tí, Sonia, y un saludo a todos los aficionados al turf.
"Y...fuera", dijo Mela.
-Pues nada, Manolo, hasta la próxima vez que ganes, que espero que sea pronto.
Manuel Cullerel, propietario de la cuadra "Sol y Sombra" le dio dos besos de despedida a la joven, al tiempo que su hijo de apenas un año se agarraba a la pierna de la periodista.
-¡Manolito, suelta a Sonia! -terció la madre del crío.
-¡Déjale, mujer! ¡Ya estás hecho todo un hombre! -respondió Sonia.
-Sí, antes de que me nos demos cuenta, ya estará él llevando la cuadra. -suspiró Cullerel.
-¡Pues espero que no te salga como el tonto de "Tazo"! -dijo la periodista.
Las cuadras de "Tazo" y Cullerel eran grandes rivales, pero la relación personal siempre había sido correcta, cordial por momentos (si se habían consumido el número suficiente de copas). En cualquier caso, don Manuel era un señor, y como respondió a la última afirmación:
-Bueno, el chaval tiene sus cosas, normal siento joven y con pasta.
-¡El chaval es un chulo de mucho cuidado, alguien debería darle una buena lección y bajarle los humos! -explotó Sonia.
-¿Y por qué no lo hacemos nosotros? -dejó caer las señora de Cullerel.
-¿Qué tienes en mente, mi perversa Albita? -contestó Sonia con una carcajada.
Cullerel cogió a su chaval en brazos y sonrió con cierta prevención. No quería ni pensar qué podían tramar esas dos.
-De momento, mi querido maridito, tú nos tienes que echar una mano.
-¿Yo?
-¡Tú!
Lo dicho, aquello se ponía feo.
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