Puñaladas de Firma.

El escritor consagrado y su agente con cara de ratoncito enfilaron la calle de casetas de la Feria del Libro.Tocaba tarde de firmas.

-Mira, ésa debe de ser la nuestra. ¡Menuda cola!

-Cada año menos.

-¡No digas tonterías, los lectores te siguen admirando, devoran tus libros!

-No, ni tan siquiera los leen, se limitan a comprarlos para regalo. Mis novelas se han vuelto muy socorridos para cumpleaños y Navidades de pedantes. Pero, después de todo, pasan por caja, que es lo que a los de la editorial y a ti os interesa...Bueno, y a mí también, que tampoco es cuestión de ponerse digno: la pasta nunca viene mal.

-¡Que dejes de decir estupideces! No es propio de tu talento.

-Que en paz descanse.

-¡Vale, como quieras! Continúa disfrutando de tu espiral de autocompasión.

-Sólo intento ser un poco realista. Al fin y al cabo, eso es lo que dicen los críticos que se me da muy bien, ¿no? "El Realismo Social". Llevo casi veinte años con la misma monserga: el pobre obrero desheredado, la injusticia social, la sociedad opresora...Y los críticos siempre diciendo lo mismo: que sí "una bofetada a la conciencia colectiva", que si un "desgarrador toque de atención"...Pero yo no veo que aqui cambie nada. Es sólo palabrería inútil que en las tertulas queda muy elegante afirmar que se admira y disfruta.

-No pienso seguir con esta discusión.

-Bueno, pues iniciemos otra. ¿Por qué coño no te lees mis libros?

-¿Qué tonterías dices?

-Pues que llevo tres obras poniéndole a una prostituta el nombre y apellidos de tu mujer, y tú no me has hecho el más mínimo comentario. -El agente con cara de ratoncito, por una vez en su vida, se quedó mudo. El escritor consagrado se limitó a soltar una carcajada de malo de película de miedo. -¡No te apures, hombre, si yo tampoco me las trago enteras! Escribo diez páginas base y las tresciestas restantes se las curra por una módica recompensa un chavalín muy majo que conocí en la Facultad.