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viernes, 1 de junio de 2012

Historías Imaginarias de un Colegio que Jamás Existió: La Sexta Vía.

Camilo Parco, de chiquitín, fue muy feliz.

Y entonces, poquito a poco, la felicidad se le fue escapando por los ojos, al tiempo que se iba percatando de la verdadera naturaleza de las cosas. Sí, no es fácil crecer cuando tus amiguitos -tus presuntos amiguitos- ven sencillos cálculos donde tú sólo ves un misterio indescifrable, cuando las niñas sólo te miran para reírse o para llorar, cuando -en suma- la vida se hace cada día más cuesta arriba.

Camilo Parco dejó el colegio a la primera oportunidad legal que tuvo. Estaba claro que ése no era su camino. Trabajar, él quería trabajar, ganar dinero, y, por encima de la pasta, ganar el orgullo de sentirse útil y respetado. 

Años después de irse, Camilo Parco volvió de visita. Le había salido una chapuza cerca y decidió pasarse.

Seguía como siempre había sido, y las cosa le iban "regular". Camilo Parco ni a mentir aprendió en las aulas.

Y, sin embargo, en la voz y en la mirada se le seguía viendo una determinación especial, una voluntad de hierro no rendirse, por mucho que sus armas para vivir fueras pocas y débiles.

En la despedida, José Luis Trestuestes le dio un abrazo. Y Trestuestes no los regala.

Al poco de marcharse, Adelaida, esa profesora que estaba todo el día en su mundo extraterrenal, y cuando bajaba sólo era para quejarse de algo o meter la pata dijo: "¿Qué le habrá hecho el pobre Camilo Parco a Dios para que haya sido tan cruel con él?"

 Y entonces saltó Trestuestes:

"¿Cruel? ¿Por qué? ¿Porque no le ha dado una brillante inteligencia o una cara bonita? ¡Pero menudo corazón que le regalado, de luchador y de buena persona! Yo no entiendo tanto como tú de Teología, pero tengo entendido que Dios no nos quiere ni guapitos ni cerebrines, nos quiere buenos, y en eso poca gente le gana a Camilo Parco. Y es más, amiga, me importa una mierda lo que tu amado Santo Tomás dijera con sus dichosas vías. Para mí, la principal razón por la que confío en la existencia de Dios es que, no sé ni en qué momento ni en qué mundo, gente como Camilo Parco recibirá su premio".

A Trestuestes se le iba mucho la cabeza cuando empezó a dar clase, pero ahora rara vez pierde los nervios.

Eso sí, cuando lo hace, es como la española cuando besa.

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