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sábado, 2 de junio de 2012

El Ganador Desganado.

Según escuchó la llave girar, Sara cambió de canal. Estaban poniendo los deportes, y Manolo -su marido- los odia a muerte, en especial el fútbol. A ella, dicho sea de paso, tampoco es que le entusiasmen.

-Hola, cariño. ¿Me has echado de menos?

-No mucho, es lo que tiene estarse tirando al butanero, que una casi se olvida del maridito.

-¡Pues por lo menos te podría regalar las bombonas!



Empezaron con la bromita de novios, y ya le han cogido cariño. La repiten de casados, aunque jamás han tenido butano en casa.

-Ya he visto en el tele que no te ha ido mal el viaje de trabajo.

-¡Bah, esos eslovenos son unos pobrecillos!

-Pues Sanchona dice que este año vas disparado para el Balón de Oro.

-¡Ya sabes que Sanchona es un imbécil! Y vamos dejar de hablar de mi aburridísimo trabajo, y me vas a contar qué tal va ese cuadro que estás preparando.

-Bien, a mí me gusta.

-¡Es que eres una grandísima pintora!

-No sé, jamás sabré si la gente va a mis exposiciones porque les gusta mi obra o porque soy la mujer del maravilloso Albuña.

-¡Otra vez con esa tontería! ¡Te tengo dicho que la genio de la familia eres tú, yo soy sólo un primate que le da patadas a un balón!

A Manolito Albuña no le gustaba mucho eso del fútbol, aunque se le daba sorprendentemente bien. Tenía pensando dejar de jugar en los recreos, pero entonces un cura del cole decidió hacer una selección de los mejores alumnnos para ir a jugar un torneo a la playa a cuenta de la escuela, y la tentación fue demasiado fuerte. En aquel torneo, Albuña destacó como ninguno, y un representante de un gran club le ofreció a sus padres mudarse a la gran ciudad. Una vez más, era una oferta imposible de rechazar. Luego, una cosa llevó a la otra, y Manuel Albuña acabó de estrella del fútbol mundial.

Pero, no obstante, a Albuña sigue sin gustarle jugar al fútbol. Es, simplemente, su muy bien pagada profesión. Cuando termina, se va a su casa, y se dedica a todo menos leer prensa especializada o ver lo que dicen de él por la tele.

De hecho, si por el fuera, se retiraría -que ya ha ganado más que suficiente- pero, por otra parte, le daría pena por la legíón de niños que le esperan a la salida de los entrenamientos para que les firme un autógrafo.

Eso -él mismo lo reconoce- es lo único que le hace feliz de su profesión.

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